Tres emprendedores dan una segunda vida a un comercio centenario de Pamplona
Damaxen Antigua Vinoteca Murillo nació en 2024 como tienda especializada en vinos y destilados. Prevé terminar el año con unas 2.000 referencias y unos 700.000 euros facturados


La centenaria Vinoteca Murillo, en el casco viejo de Pamplona, cerró en marzo de 2023 por la enfermedad, y posterior muerte, de su propietario, José Ignacio Murillo. En abril, la familia volvió a abrir durante unos días, para liquidar el género y atender a vecinos y clientes. Una de quienes se acercaron fue Mieke Uriarte, con su número de teléfono apresuradamente escrito en una servilleta encontrada en el fondo de su bolso, y una petición. “Por favor, tenednos en cuenta si decidís no seguir; somos un equipo con mucho interés en continuar el negocio”, contó a la empleada y a uno de los hijos.
El barrio era un runrún de rumores sobre qué iba a ser de uno de sus comercios más emblemáticos y queridos. Una semana más tarde, la tienda echaba el cierre definitivo.
El abordaje casi que a puerta fría de Uriarte fue el primer paso, es verdad que infructuoso, para lograr lo que hoy es Damaxen Antigua Vinoteca Murillo, que abrió en febrero de 2024 como tienda especializada en vinos y destilados. Mieke se ocupa de la administración y el marketing; sus socios son el enólogo Michael Expósito –encargado de los vinos–, y el sumiller y hostelero Eneko del Valle de Lersundi, al frente de los destilados. Pero para eso todavía habrá que esperar un poco, ya que en agosto de 2023 parecía claro que la servilleta de marras había caído en saco roto.
En cinco años, sus tres socios esperan ingresar dos millones y tener al menos dos trabajadores
Por aquel entonces, Uriarte trabajaba en otro sitio, y empezó a escuchar de nuevo rumores de movimiento en el local, y varias empresas interesadas en ocuparlo. A través de un proveedor, consiguió un contacto de quien estaba llevando las gestiones, y le escribió un WhatsApp. “Ahora no es un momento oportuno, te llamaremos”, le respondió.
La llamaron unas semanas después, y los tres socios se reunieron con la familia Murillo en la propia tienda, con una propuesta de negocio y otra de alquiler. “Creemos que la aceptaron porque fue uno de los pocos proyectos de continuidad que recibieron”, concluye. “Teníamos claro que no queríamos ser un wine bar. Lo nuestro es la personalización, la divulgación y la formación”, insiste.
En 2024, el negocio facturó alrededor de 450.000 euros. La socia responsable de las cuentas prevé 600.000 o 700.000 euros para este año. En paralelo, Damaxen ha visto rejuvenecer la edad media de su clientela, de los 75 años de sus inicios a los 50 años actuales. “Si el despegue va al ritmo que tiene que ir, nuestra proyección a cinco años es facturar dos millones de euros, e incorporar, como mínimo, a dos trabajadores”, avanza.
La firma ha nacido para divulgar y formar sobre vinos y destilados, alejada del concepto de ‘wine bar’
Para ello habrá de crecer en número de referencias –en diciembre habrá llegado a las 2.000, según calcula– pero también hacia dentro, hacia la trastienda. “Hemos de restaurar la piedra de la bodega, abajo, y dotarla de infraestructura que nos permita almacenar correctamente el vino, para dejar diáfana la parte de arriba, y poder transformarla en una sala de formación lo más profesional posible”, enumera tareas pendientes. Antes de todo eso, hay que lijar y barnizar el suelo del local, que es de madera.
Nuevas tendencias
Más allá de la restauración física, a este punto y seguido que supone Damaxen – damajuana en euskera– le toca adaptarse a las nuevas tendencias. “El vino ya no es una necesidad básica, ni se consume tanto; ahora se compra para una ocasión especial, una cena con amigos, un regalo de cumpleaños”, argumenta Uriarte. Por lo que respecta a los destilados, la idea es recuperar el trago lento, de poca cantidad y mucha calidad, que se degusta con calma, por contraposición al concepto del botellón. “Las generaciones más jóvenes cada vez beben menos”, constata.
El origen de la vinoteca se remonta formalmente a 1890 –con el apellido Muniain al frente–, aunque existen documentos que atestiguan que ya era despacho de vinos y aceites en 1860. En los años cuarenta del siglo XX entran los Murillo. Y, ahora, Damaxen recoge el testigo. No vende online, tampoco caldos que se puedan encontrar en los lineales de un supermercado.
“Damos voz a bodegas y marcas que no tienen volumen para estar en una gran superficie”, inciden, conscientes de que esa es la esencia del pequeño comercio. Cuando abrieron, los vecinos arroparon el nuevo proyecto acudiendo en masa, muchos con ramos de flores. “Nos agradecían que siguiéramos haciendo ciudad”, valora Uriarte.
Sobre la firma
